miércoles, 7 de enero de 2009

dosmilocho

Oria, desde su blog soriano-islandés-neoyorquino, tiene la excelente costumbre de empezar cada año con un resumen del anterior. Yo, que soy un copiota, me subo a este tren... A ver adónde me lleva!

Enero. El año empezó algo pachucho por aquello de ver una vez más mis esperanzas por el suelo: mi vida seguía oxidada e inmóvil. Menos mal que siempre me queda el recurso de salir de caza con mi vieja amiga la Nikon y perderme en el embrujo de las calles salmantinas. Para postre, Nachete vino a demostrar aquello de que lo bueno, si breve, dos veces bueno -también en la interpretación.

Febrero. El hallazgo de una maleta conteniendo negativos inéditos de Robert Capa me sirvió de excusa para clavar tremendo ladrillo sobre este mítico fotógrafo. Los exámenes llegaron y me vi una vez más dormitando despierto hasta el alba en el minúsculo universo de luz marchita que supone vivir bajo el flexo. Me detuve un rato a mirar las fotos colgadas en mi pared y descubrí que es posible seguir viendo la vida pasar por los canales de Leiden, aún estando muy lejos. Mi Pitufa favorita puso palabras a mi sentir y flipé viendo estrellas de Hollywood paseando por la Plaza Mayor. También quise compartir la increíble entrevista de dos monstruos televisivos y conté hasta 31.536.001 segundos con un guiño y una sonrisa amarga.

Marzo. La Coope nos hizo gozar como acostumbra... y llorar a la vez en su despedida ¿definitiva? Mientras tanto, el absurdo más cruel, fanático e inhumano vino a cobrarse una nueva víctima, matándonos un poquito a todos para provecho de nadie. La extraordinaria e insondable naturaleza del ser humano se revelaba una vez más en las historias de una novia de Kansas y un empleado de McDonalds. También hubo un momento para recordar historias sobre el final de todas las carreteras y para una de las tradiciones más conocidas -y a la vez desconocidas- del calendario salmantino.

Abril. Otra vez, la lente de mi Nikon se apropiaba de los parpadeos de las calles charras. Mi mamá holandesa se licenciaba y yo saldaba -tarde y mal- una vieja deuda bloguera y gastronómica. No faltaron ni la música ni el cine: lo aposté todo por el rock and roll y me pregunté cómo había podido existir el mundo todo este tiempo sin una peli como Once.

Mayo, junio, julio, agosto.... Zzz...

Septiembre. Desperté de mi letargo bloguero con ganas de más...

Octubre. Un día fantástico que me regalaron dos buenos amigos dejó su huella en el blog, y Robert Capa volvió a ser nombrado en los periódicos y por estos lares. Se dejaba ya notar el rumor de la nueva Frisky Party que se aproximaba y compartí el punto de vista de alguien que también cree que a veces sólo hay una manera de resolver un problema -y es haciéndolo bien.

Noviembre. La noticia vino a cambiarlo todo como un bombazo, y el blog se vio de la noche a la mañana siguiéndome entre las nubes hacia el norte: comenzaba mi vida holandesa. Hache cumplía añitos y yo miraba mis calzoncillos girar en pleno centrifugado. Mi nueva casa -que no casa nueva- me sorprendía regalándome algo que añoraba y fui confundido con un mesías venido del sur. Las piedras doradas dejaban notar su ausencia desde la distancia.

Diciembre. Cumplí un mes pedaleando junto a los canales y regresé a España por navidad, aislándome entre montañas castellanas de mis blogs favoritos. Por fin, el año terminaba con niños patinando en Grote Markt allá lejos, en Gronin.

¿Qué traerá 2009? ¿Os lo estaré contando dentro de un año? Se admiten apuestas! Hasta entonces, que nos vaya bonito a tod@s!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y tan copiota, has copiado hasta el título, jajajaja

Jota dijo...

Por supuesto! Ya puestos a copiar...

(Cuando quieras me pasas la factura por los royalties)

Besotes holandeses!