lunes, 31 de marzo de 2008

Welcome home, Mrs. Hooker


Today I didn't have lunch at home... I went picnic by the river instead. And so did almost everyone here in Salamanca. The reason for such a sunday-ish activity like this happening on monday is clear and unique: to celebrate the return of the prostitutes. Ain't it a reason for joy?

It was in the XVIth century when the King Philip II -the one who ruled the Spanish empire at its height as a catholic enterprise- ordered the prostitutes should leave Salamanca during the holy lent so it'd be easier for the masculine population to avoid the sin of lust. It might not be widely known but Salamanca, due to the presence of its seven centuries old university, has always had a significant and lively 'red light district' fueled by an important population of students, soldiers and -of course- priests. These 'providers of affection' were kept on the other shore of the river Tormes until the period of lent was over. Then, on the first monday after easter, the prostitutes were allowed to cross back the river and the students, their best clients, accompained them on their trip on decorated boats, cheering at them and celebrating the day at the river banks with drinks and hornazo -a typical pie filled with boiled egg, ham and sausage.

Nowadays, the historic district where the prostitutes were settled has changed into a state-of-the-art, centrally situated area with recently restored apartments available for high rents and its former inhabitants and workers are not a part of the student life anymore... The times have changed so nobody's exiled to the other side of the river. But every year, on the first monday after easter, everyone in Salamanca buys a hornazo and walks down to the river banks to celebrate the Lunes de Aguas (monday of waters, literally translated) festivity. So, wanna join me for the picnic? Fancy a piece of hornazo? Our good friends the working girls are about to return! Hurrah!

Ciento setenta mil kilómetros


170.000 kilómetros y ni uno más. Bueno, quizás alguno sí, pero por ahí anda la cosa. Ciento setenta millones de metros recorridos dan para mucho. Dan para ir y volver de Cáceres a Leiden cuarenta y tres veces y media. También podría haber dado algo más de medio millón de vueltas a la Plaza Mayor de Salamanca o haber hecho 4028.91 veces la maratón olímpica. Lo cierto es que en mis ciento setenta mil kilometrillos no se contó nunca ninguno de estos periplos, pero sí otros muchos: una huida por los pelos de la nevada más increíble en Picos de Europa, varias escapadas bercianas, incontables subidas y bajadas a exámenes o a jugar pachangas de básket, por no contar atascos, prisas mañaneras y alguna mudanza. En fin, que podría estar aquí toda la noche y la lista apenas quedaría empezada. Hay muchos sitios a los que llegar en coche, y más cuando es tu primer coche, y mis primeras cuatro ruedas me llevaron tan lejos que muchos de esos viajes no se pueden cifrar en metros, leguas ni pies. En él me refugié en más de una noche de lluvia, tras sus cristales vi desfilar océanos de luces remotas en la oscuridad de la carretera que, como el hilo del ovillo, nace y muere en un abrazo. Huí de la tristeza, adelanté a mis sueños, dejé atrás caricias y penas. Soñé que era libre y que las distancias no eran más que los mares que cortaba como un capitán pirata a tres mil revoluciones por minuto de viento en mis velas blancas. Amé, canté, lloré y, sobre todo, volé lejos, muy lejos.

169.999 kilómetros se acumulaban en las ruedas de mi viejo corsina supersónico cuando empecé a rodar el último tras un camión que me salió al paso, a lo lejos, traicionero y envenenado. Aún no se adivinaban las cúpulas de la catedral vieja en el horizonte hace hoy cosa de cinco meses cuando el último de nuestros viajes juntos terminó abruptamente bajo las toneladas de hierros oxidados e inmisericordes que se interpusieron en el vuelo que me llevaba a reír con Marieta. Mi viejo, feo, grasiento y ruidoso corsina, con nombre de los Sultans tatuado, que contó ciento setenta mil y no pudo llegar al ciento setenta y uno. Me había llevado a muchos sitios pero a este no quiso llevarme; me ha hecho muchos favores pero este, el último, fue el más grande de todos: carrocería torsionada, motor y caja de cambios desplazadas, radiador y otras mil piezas reducidas a hierros retorcidos. Los pretensores del cinturón disparados. Mi corsina al desguace... y yo sin un rasguño.

Era feo, sí. Viejo, también. Heredado de cuarta mano, puñetero en las visitas al taller y quisquilloso a la hora de pasar la ITV. Pero ahora que ya no lo guardo en el garaje sé lo que siente el capitán de un buque hundido cuando le sé oxidándose en algún desguace.

martes, 25 de marzo de 2008

I'm lovin' it!

Le toca la lotería y vuelve a trabajar al McDonald's "por añoranza"

El británico Luke Pittard gana 1,6 millones de euros en la lotería y regresa a su antiguo trabajo


Luke Pittard, un británico que ganó 1,3 millones de libras (1,6 millones de euros, 2,6 millones de dólares) en la Lotería Nacional del Reino Unido, ha vuelto a trabajar a un McDolnald porque echaba de menos a sus colegas.

Pittard, de 25 años, trabajaba de camarero con su novia Emma Cox, de 29, en un restaurante de la famosa cadena de hamburgueserías en Cardiff (Gales) en julio de 2006, cuando la fortuna llamó a su puerta con el citado premio.

La pareja de nuevos millonarios colgó entonces sus uniformes de McDonald y se retiró a disfrutar de la vida con su hija Chloe, de 3 años.

Luke y Emma compraron una casa por 230.000 libras (292.100 euros, 460.000 dólares), celebraron un boda por todo lo alto y se pagaron unas vacaciones de lujo en las Islas Canarias (España).

Sin embargo, la novedad de sentirse millonario se ha esfumado veintiún meses después y Luke ha decidido volver al McDonald porque añora a sus compañeros, informó hoy la cadena pública BBC.

El peculiar "hijo pródigo", que cobra 5,85 libras por hora (7,5 euros, 11,7 dólares) en el restaurante, ha encontrado en el establecimiento tantas "caras conocidas" que ha sido como ver a "un grupo de viejos amigos".

Luke comentó que sus colegas creen que está "un poco loco", aunque él piensa que todavía es muy joven y que "un poco de trabajo duro no le hace daño a nadie".

Y Emma apoya sin reservas a su esposo: "Le entiendo perfectamente. Ambos disfrutamos trabajando en McDonald y aún tenemos buenos amigos ahí", comentó la esposa.

Además, la jefa del millonario, Katherine Jones, está encantada con su regreso: "Me alegra -dijo- que haya tenido tiempo de disfrutar el premio, pero me encanta tenerle aquí. Es como si nunca se hubiera ido".

Emma también ha accedido a que el matrimonio aplace su luna de miel hasta que finalice la temporada del equipo de fútbol en el que su marido juega de portero en sus ratos libres.

"Debo ser -concluyó Pittard- el hombre más afortunado del mundo. No sólo gané una fortuna, sino que mi esposa entiende la importancia del fútbol y ahora he recuperado mi antiguo trabajo"

(Link)

Impresionante la reflexión del último párrafo. Y es que va a ser verdad eso de que no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita. Pa mí un Bigmac, por favor. Sin pepinillos!

viernes, 14 de marzo de 2008

Dos años en el retrete

Noticia sacada de ElPaís.com de hoy (link):


Una mujer de 35 años ha estado encajada en el inodoro de la casa de su novio, en Ness City (Kansas, Estados Unidos), durante unos dos años. Según informa el periódico local The Hutchinson News, el novio llamó a la oficina del alguacil, el pasado febrero, para informar de que a su novia- la cual no ha sido identificada- le pasaba algo raro. Al llegar al domicilio, la Policía encontró a la mujer sentada en el inodoro, con los músculos atrofiados de no moverse y pegada a la taza, con lo que calculó que llevaba allí sentada unos dos años. Los servicios de urgencia la sacaron con una palanca.

Al comprobar el estado de la mujer, el novio no tuvo más que reconocer lo que había ocurrido. Contó que ella había pasado allí todo ese tiempo porque quería. Él le llevaba comida y agua. "Con sus actos, ella pareció apoyar lo que él decía, pues cuando la encontramos al principio rehusó que viniera una ambulancia", ha contado el alguacil Bryan Whipple.

"Ante la seriedad de la situación, llamamos a la ambulancia de todos modos, pero ella no se quería marchar", agregó el alguacil.

La Policía local estudia ahora la posibilidad de presentar cargos contra el novio por maltrato a un adulto y está también a la espera de que un estudio psiquiátrico aclare la situación mental de la mujer y el nivel de dependencia hacia su pareja.



No tengo palabras.

viernes, 7 de marzo de 2008

Los tontos y la linde

Se veía venir: ETA ha asesinado hace menos de tres horas a una persona. Una vez más se ha cumplido el siniestro procedimiento por el que esta pandilla de iluminados han escogido una persona (objetivo, la llamarían ellos), la han juzgado en base a sus propios y absurdos criterios y, sin defensa posible, han decidido que, indefectiblemente, esa persona tiene que morir. Y la matan. No es que yo sea muy listo o que haga falta un profundo sentido histórico, político o adivinatorio; es que esta gentuza lleva toda la vida haciendo lo mismo: cuando llegan las elecciones, ellos tienen que decir aquí estoy. Y por el método de siempre, el único que saben, el de desparramar los sesos. Lo sesos de otro, claro, que en la valiente gloria de ser gudari se supone que el sacrificado sea siempre otro.

Históricamente, ETA ha querido tomar parte en los acontecimientos políticos del país; y ninguno mejor que las jornadas electorales; por eso, no recuerdo elecciones que no se hayan visto precedidas del inevitable regalito por parte de los bravos muchachuelos del norte. Ser consciente de esto me tiene desde hace semanas atado a la lúgubre dinámica de abrir el ordenador por las mañanas temiendo el titular que encuentre en los periódicos. Esta misma mañana lo he vuelto a pensar mientras desayunaba, pero al no ver sino los típicos titulares referidos a las banalidades y chorreces propias de la vorágine electoral me he sentido aliviado. Y es que el hecho de estar a dos días de la votación y que los honorables muchachotes de la pistola no hubieran dado la nota no sólo implicaría vidas salvadas, también una democracia limpia de la injerencia de las balas y las bombas y un muy alentador indicio de debilidad de una banda de asesinos que demostrarían no haber sido capaces de aprovechar una vez más el altavoz mediático que supone atentar antes de las elecciones. Pero matar es muy fácil para aquel a quien no le importa nada. Habían faltado a su cita con la muerte hace cuatro años debido a que se les adelantaron otros carniceros, igualmente fanáticos, que reventaron a 192 personas en un tren una mañana camino del curro. Algo totalmente heroico, como se pudo comprobar. Aquella vez parece que a nuestros guerreros de la ikurriña se les encogió la mano ante la competencia de aquellos moritos empalmados que buscaban sus nosecuantas vírgenes en el martirio; pero hoy se han sacado la espinita metiendo tres balas en la cabeza de un tío que salía de su casa desarmado y en compañía de su hija. Olé los épicos huevos del gudari.

Isaías Carrasco se levantó esta mañana sin saber que le había tocado la china, sin sospechar que en unas horas estaría muerto en pro de la libertad del glorioso pueblo euskaldún. Él no sabía que su nombre, su cara, su casa estaban ya en la mente del recio zagalote vascuence que le esperaba para acercarse sin avisar y dispararle dos balas en el cuello y otra más, en el suelo, al ser rematado como un perro. Por qué le iba a tocar a él? Habrá quien piense que la razón es que había sido concejal del Partido Socialista de Euskadi en su pueblo de Mondragón. Pero no, no es esa la razón, sino la excusa. La verdadera razón es que ETA necesitaba veinticinco minutos de telediario dedicados a hablar de ellos, y la manera más barata de comprarlos es elegir a cualquiera de quien puedan argüir cualquier pretexto imbécil que lo sitúe en el bando de los ‘enemigos de Euskadi’ y reventarle la cabeza delante de su hija. Siempre por la mañanita, para que de tiempo a salir en los noticiarios y que se hable mucho y bien de la santa cruzada euskaldún que tan valientemente sostienen. Isaías Carrasco daba el perfil puesto que había tenido los cojones que hacen falta para defender sus ideas a escala local, frente a sus vecinos y compañeros de trabajo, bajo las siglas de un partido en la diana de la mafia de estos iluminados. Pero ya ni eso, puesto que había dejado de ser concejal del PSE en las pasadas elecciones municipales al ir el sexto en las listas y lograr su agrupación sólo cuatro concejalías. Así que este hombre había dejado la política con naturalidad y sin aspavientos y seguía con su vida normal hasta ser ejecutado hoy por los guardianes de lo vasco. No era él quien decidía sobre la política de dispersión de presos, no era consultado por el Presidente sobre la política autonómica ni el Lehendakari le llamaba para conocer su opinión sobre el referéndum de autodeterminación. No, todo era mucho más simple: Isaías Carrasco era cobrador en el peaje de una autopista. Así que oprimir, lo que se dice oprimir, oprimía más bien poco al legendario pueblo vasco. Da igual, los gloriosos gudaris no buscaban más que su materia gris esparcida por la acera de su calle guipuzcoana, que bien valía un puñado de titulares. No buscaban la cabeza de la política opresora, de la histórica subyugación, de la invasora conculcación: más bien, buscaban una cabeza cualquiera que reventar; a ser posible humilde e indefensa. Al fin y al cabo, para ganarte protagonismo en el telediario no hacen falta argumentos más finos, verdad?

Enhorabuena gudaris, lo habéis vuelto a conseguir: habéis hecho gala de puntería acertándole a medio metro de distancia, habéis mostrado vuestro valor de chicarrón vasco disparando por la espalda a un hombre desarmado, desprevenido y con un compañero guardándoos la gloriosa huída por patas. Habéis expuesto hoy otra vez la épica y la gloria de la causa que defendéis a costa de las vidas de otros. Enhorabuena gudaris, hoy habéis logrado matar a un currante. Un vez más.

Yo no tengo respuestas, pero sí muchas preguntas: está vuestra amada patria siquiera un milímetro más cerca de la libertad? Cuántas muertes más valdrá ese milímetro? Y el camino entero? Cuánto vale una vida humana, inmortales gudaris?

Y, sobre todo,

Por qué no váis a disparar a vuestra puta madre, oh célebres guerreros vascos?





Y es que nadie lo dice mejor que mi abuela: "cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue". Tenemos tontos para rato.

lunes, 3 de marzo de 2008

¿Que por qué está triste la princesa?

Intentaré no ponerme tristón ni pesao si os cuento que todo empezó hace ya una perchá de años, una tarde en la casa paterno-materno-cacereño-vecinal de Miguel, donde coincidimos tres flipadetes y tres guitarras; a saber: el propio Onti, el gran Lemo y el que suscribe. Y ahí andábamos, perdiendo el tiempo entre punteos más o menos improvisados e intentos de sonar medianamente en conjunto. Mentiría si no reconociera que yo, fundamentalmente, me limitaba a observar: si Miguel ha sido desde siempre mi medio-hermano, bien cierto es que en cuestiones guitarrísticas era él mi medio-hermano mayor y yo el pequeñajo e inexperto que le sigue a rebufo. Suyas fueron las primeras seis cuerdas que cayeron en mis manos: caja española de madera agrietada por la calefacción del edificio en el que ambos hemos crecido, con pegatinas en los trastes para no tener que contarlos una y otra vez. Aquella con la que una vez sentí ese bicho que te entra en las venas para ya no salir la tarde en que consigues poner juntos tres dedos de la mano izquierda en forma de Re-m y medio reconoces la sombra de una canción que, pese a difusa, te vibra mucho más dentro que todas las otras veces que simplemente la has escuchado en otra guitarra y otros dedos. Aquella guitarra suya, generosamente prestada y no devuelta hasta mucho tiempo después, cuando fue a parar a otro principiante que, casualmente, también se encontraba allí la tarde que os cuento. Y es que hubo también un tiempo en que Lemus no sabía lo que era una cejilla, y hasta presumí alguna vez delante de él machacando algún punteo torpe –nunca fue más cierto aquello de ‘dime de qué presumes…’. Pero eso había sido mucho antes, y el más principiante de los tres hacía tiempo que me había adelantado con creces –digamos mejor que me había dejado tirado en la cuneta y en calzoncillos. De eso me había dado cuenta un día que oí al maese Onti diciendo no se qué de un cabrón que había pasado de pedirle una guitarra a lucir acordes para los que los mortales tendríamos que dislocarnos de tres a cinco dedos. Y ese cabrón no era otro que Lemus, quien había saltado del nido de los aprendices, de las tablaturas y los fascículos, para volar con bluses de 12 compases. Así que allí estábamos los tres, el maestro y el alumno aventajado improvisando unos solos mientras un servidor trataba de no molestar y de aprender algo también. Fue entonces cuando, recogiendo ya las guitarras, el señor Lemo encadenó un puñado de acordes por quintas y tarareó aquello de ‘… y qué le voy a hacer si no te gusta el blues, si es viernes por la noche y tú no vienes… y no tengo canal plus…’

‘Hey, eso mola!’ –dije yo. Y lo repetí después, otra tarde cualquiera cuando estando en el sueño de mi erasmus holandés alguien me pasó por mail el mp3 aquel que comenzaba tan meteorológicamente con aquello de que las bajas presiones te están matando. ‘Tengo unos amiguetes… tocamos en el colegio mayor…’ -me había explicado Slowhand Lemus, despertando en mí una curiosidad de lo más pertinaz. Desde entonces repetí muchas más veces mi creciente fervor por semejante comunión entre lo mississipesco y el Manzanares más castizo, y me encargué de que todo dios oyera el temita, todo orgulloso yo de conocer un bluesman de los de verdad, aunque él insistiera en que el swing se limitaba a los muros de la residencia madrileña.

Al poco tiempo abrí los ojos para ver que ya no recorría canales holandeses, y quisieron las circunstancias verme convertido en titular de un abono transportes y participante, como buen recién llegado a la capi, de aburridas e intrascendentes discusiones sobre qué atasco era más divertido coger a primera hora de la mañana. Y volví a verme rodeado por el misterio del invierno castellano, frío y seco, cuando llamé al Gato con el ánimo de que me sacara de casa y me enseñara naves ardiendo más allá de Orión y aquellas otras cosas que los de provincias habíamos oído sólo se pueden ver en la gran ciudad. Había llovido mucho desde el principio de esta historia, y aquella noche llovía aún lo de octubre pese a estar ya en febrero. Fue así como aparecí en el Johnny, a los pies del escenario sobre el cual aprendí cosas de los grandes Mesías que en mundo han sido: Muddy Waters, Steve Winwood, James Brown, Steve Wonder… Aprendí cómo es la morcilla de Burgos, aprendí cómo baila Paula Abdul en los campamentos de verano, aprendí lo recto y profundo que puede llegar a ser un surco remolachero, aprendí que te echo tanto de menos y que no hay como alzar el puño y gritar gustoso que soy negro y, por supuesto, estoy orgulloso.

No sé cuántas veces habré oído a Lemo darme las gracias por aparecer entre la muchedumbre que se agita al pie del escenario. Gracias? Eso se lo dirás a todas! Mira primo, no sé cómo se verá el mundo desde allá arriba en el escenario, pero aquí abajo se está que no veas. No preguntes cómo, pero el Johnny, Mynt, LaMala, Bourbon Café, Galileo, Bar&Co, Clamores… se convirtieron en lugares de culto y fechas señaladas en rojo en el calendario, acontecimientos imposibles de obviar, y ello fue tanto por los que estabais arriba como por los que nos reuníamos abajo. Allá donde sonaba una armónica dentro de una lata de aceitunas era un lugar donde aparecías y te encontrabas, sin haber llamado a nadie, con esa troupe alucinante de locos que bailaban y cantaban a vuestros pies hasta que se apagaban las luces y más allá. Aunque no nos veamos nunca, nos conocemos todos. Y es que ya fuera viviendo en Madrid o bajando los 250 kms de A-6 que nos separaban desde que volví a cruzar el Tormes, fuisteis siempre la excusa perfecta, la mentira más sincera para encontrarme de nuevo con gente a la que echar de menos cualquier martes por la noche. Mi familia remolachera.

La Coope, acojonanting banda de blues, rythm and blues, funk, soul y rock and roll, dio su último concierto el pasado viernes en el escenario que les vio nacer a ellos y sudar a nosotros. Pasa el tiempo, nos hacemos mayores, aguardan Pamplona y mil y una sorpresas, según cada cual. Y qué le voy a hacer si hago siempre trampa al mus…


¿Que por qué está triste la princesa?

Porque no conoce a la única… la inigualable… la sexy, sensual, sexual, embarazante y anticonceptiva… la cacereña y madrileña, la burgalesa y taiwanesa… la que te lame las botas… la que miente cuando besa…

¿Qué por qué está triste la princesa?

Porque no conoce a

La Cooperativa Remolachera.