martes, 11 de noviembre de 2008

Alondry day




Dijo el sabio que la supervivencia en los viajes depende de innumerables variables, pero es el Factor G el que determina de modo inexorable cuándo llega el momento de hacer una paradita en la lavandería. Así es, amigos, el Factor G (de gayumbo), también conocido como Índice C (de calzoncillo) o, en voz de ciertos autores de la generación beat, Algoritmo T (de tanga, ceñido y apretao) es el que realmente nos obliga a decir 'hasta aquí hemos llegao' y cambiar nuestro de común aguerrido gesto de impenitentes viajeros a vivaracha mirada de quien se afana en las tareas domésticas. Porque, no nos engañemos: todo, absolutamente todo, es reciclable. No hay camiseta suficientemente sudada, pantalón con demasiados lamparones ni calcetines lo bastante aromáticos como para no ser una opción a considerar cuando no se ve rastro de lavadora ni de la gana de buscarla. De tal modo, el mentado Factor Gayumbo se expresa en la siguiente fórmula:

D=f(Gx2)-1

En donde D es el número de días que se puede aguantar con lo que se lleva en la maleta, y está en función de G, que es el número de gayumbos que se porten, multiplicado por dos dado el fenómeno de todos conocido por el cual los gayumbos tienen dos caras susceptibles de ser utilizadas consecutivamente, y al que se resta una unidad porque en el momento de salir de casa ya se llevan unos gayumbos puestos, con lo que se deduce que ya vienen usados, o sea, una bala menos en el cargador. A menos que se vaya en plan comando, en cuyo caso no se han estudiado las repercusiones pero dan miedito...



Pues eso, que tras venir arrastrando este cuerpazo -que dios en su infinita sapiencia me otorgó- por media Europa y vuelta pabajo, me había llegado la hora. Esta mañana, al punto de salir de la ducha (este año ya tocaba ducharse), la apertura del cajón de la gayumbada me confirmó la fatal noticia. Efectivamente, había llegado el día de la alondra, o Alondry Day en términos anglosajones; que no tiene tanto que ver con la pizpireta ave que surcara los cielos de España sino con la Alondry o 'laundry', que dirían en Ohio -pronúnciese 'Ojayo'.




La bici de la derecha, en la puerta de la tienda, es la mía. Aún no ha sido bautizada... ¿alguna propuesta?


Tres eurazos con cincuen la lavadora. Otros dos lerus la secadora que en vez de secadora debería denominarse 'sacadora' por cumplir la función de sacarte las perras mucho mejor que la de secar. Y cuarenta céntimos un puñaíco de detergente que ni era de jabón de marsella ni frescor primaveral. Ni na. Aunque lo más jachondo es lo de tener que sentarte frente al maquinillo a esperar que acabe, como si no tuvieras nada mejor que hacer que ver el programa de sintéticos color dar una vuelta, y otra, y otra

y otra

y otra

y otra y otra y otra y otra.

En fin, pilarín, que estos son los gajes del oficio. Holanda se ha cobrado otro pequeño botín a costa de mi autoestima y mi férrea y viril virilidad. Eso sí: tengo un montón de calzoncillos limpitos.

Por los dos lados.

2 comentarios:

Enoil dijo...

No te quejes del precio, que yo pago 2 leuritos y el detergente y suavizante corren de mi cuenta...
Me he reido mucho con tu entrada de hoy y en parte me he sentido identificada...

Un besazo Blas

Anónimo dijo...

Tengo pendiente mi entrada sobre las lavanderías de aquí. ¿No tienes la opción de llevar tu propio jabón y suavizante? Aquí sí, y sale más rentable.