viernes, 7 de marzo de 2008

Los tontos y la linde

Se veía venir: ETA ha asesinado hace menos de tres horas a una persona. Una vez más se ha cumplido el siniestro procedimiento por el que esta pandilla de iluminados han escogido una persona (objetivo, la llamarían ellos), la han juzgado en base a sus propios y absurdos criterios y, sin defensa posible, han decidido que, indefectiblemente, esa persona tiene que morir. Y la matan. No es que yo sea muy listo o que haga falta un profundo sentido histórico, político o adivinatorio; es que esta gentuza lleva toda la vida haciendo lo mismo: cuando llegan las elecciones, ellos tienen que decir aquí estoy. Y por el método de siempre, el único que saben, el de desparramar los sesos. Lo sesos de otro, claro, que en la valiente gloria de ser gudari se supone que el sacrificado sea siempre otro.

Históricamente, ETA ha querido tomar parte en los acontecimientos políticos del país; y ninguno mejor que las jornadas electorales; por eso, no recuerdo elecciones que no se hayan visto precedidas del inevitable regalito por parte de los bravos muchachuelos del norte. Ser consciente de esto me tiene desde hace semanas atado a la lúgubre dinámica de abrir el ordenador por las mañanas temiendo el titular que encuentre en los periódicos. Esta misma mañana lo he vuelto a pensar mientras desayunaba, pero al no ver sino los típicos titulares referidos a las banalidades y chorreces propias de la vorágine electoral me he sentido aliviado. Y es que el hecho de estar a dos días de la votación y que los honorables muchachotes de la pistola no hubieran dado la nota no sólo implicaría vidas salvadas, también una democracia limpia de la injerencia de las balas y las bombas y un muy alentador indicio de debilidad de una banda de asesinos que demostrarían no haber sido capaces de aprovechar una vez más el altavoz mediático que supone atentar antes de las elecciones. Pero matar es muy fácil para aquel a quien no le importa nada. Habían faltado a su cita con la muerte hace cuatro años debido a que se les adelantaron otros carniceros, igualmente fanáticos, que reventaron a 192 personas en un tren una mañana camino del curro. Algo totalmente heroico, como se pudo comprobar. Aquella vez parece que a nuestros guerreros de la ikurriña se les encogió la mano ante la competencia de aquellos moritos empalmados que buscaban sus nosecuantas vírgenes en el martirio; pero hoy se han sacado la espinita metiendo tres balas en la cabeza de un tío que salía de su casa desarmado y en compañía de su hija. Olé los épicos huevos del gudari.

Isaías Carrasco se levantó esta mañana sin saber que le había tocado la china, sin sospechar que en unas horas estaría muerto en pro de la libertad del glorioso pueblo euskaldún. Él no sabía que su nombre, su cara, su casa estaban ya en la mente del recio zagalote vascuence que le esperaba para acercarse sin avisar y dispararle dos balas en el cuello y otra más, en el suelo, al ser rematado como un perro. Por qué le iba a tocar a él? Habrá quien piense que la razón es que había sido concejal del Partido Socialista de Euskadi en su pueblo de Mondragón. Pero no, no es esa la razón, sino la excusa. La verdadera razón es que ETA necesitaba veinticinco minutos de telediario dedicados a hablar de ellos, y la manera más barata de comprarlos es elegir a cualquiera de quien puedan argüir cualquier pretexto imbécil que lo sitúe en el bando de los ‘enemigos de Euskadi’ y reventarle la cabeza delante de su hija. Siempre por la mañanita, para que de tiempo a salir en los noticiarios y que se hable mucho y bien de la santa cruzada euskaldún que tan valientemente sostienen. Isaías Carrasco daba el perfil puesto que había tenido los cojones que hacen falta para defender sus ideas a escala local, frente a sus vecinos y compañeros de trabajo, bajo las siglas de un partido en la diana de la mafia de estos iluminados. Pero ya ni eso, puesto que había dejado de ser concejal del PSE en las pasadas elecciones municipales al ir el sexto en las listas y lograr su agrupación sólo cuatro concejalías. Así que este hombre había dejado la política con naturalidad y sin aspavientos y seguía con su vida normal hasta ser ejecutado hoy por los guardianes de lo vasco. No era él quien decidía sobre la política de dispersión de presos, no era consultado por el Presidente sobre la política autonómica ni el Lehendakari le llamaba para conocer su opinión sobre el referéndum de autodeterminación. No, todo era mucho más simple: Isaías Carrasco era cobrador en el peaje de una autopista. Así que oprimir, lo que se dice oprimir, oprimía más bien poco al legendario pueblo vasco. Da igual, los gloriosos gudaris no buscaban más que su materia gris esparcida por la acera de su calle guipuzcoana, que bien valía un puñado de titulares. No buscaban la cabeza de la política opresora, de la histórica subyugación, de la invasora conculcación: más bien, buscaban una cabeza cualquiera que reventar; a ser posible humilde e indefensa. Al fin y al cabo, para ganarte protagonismo en el telediario no hacen falta argumentos más finos, verdad?

Enhorabuena gudaris, lo habéis vuelto a conseguir: habéis hecho gala de puntería acertándole a medio metro de distancia, habéis mostrado vuestro valor de chicarrón vasco disparando por la espalda a un hombre desarmado, desprevenido y con un compañero guardándoos la gloriosa huída por patas. Habéis expuesto hoy otra vez la épica y la gloria de la causa que defendéis a costa de las vidas de otros. Enhorabuena gudaris, hoy habéis logrado matar a un currante. Un vez más.

Yo no tengo respuestas, pero sí muchas preguntas: está vuestra amada patria siquiera un milímetro más cerca de la libertad? Cuántas muertes más valdrá ese milímetro? Y el camino entero? Cuánto vale una vida humana, inmortales gudaris?

Y, sobre todo,

Por qué no váis a disparar a vuestra puta madre, oh célebres guerreros vascos?





Y es que nadie lo dice mejor que mi abuela: "cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue". Tenemos tontos para rato.

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