Vendo cadenas. Cadenas de metal pegado a la carne. De tiempo que fluye como viento entre los eslabones, dibujando remolinos para después marcharse. Vendo cadenas oxidadas con la herrumbre de los años viejos que se fueron, que ya son de otros. Vendo cadenas, y vendo su peso que ahoga, que oprime, que ata los pies que correrían y aplasta los pulmones que ansían aire. Vendo mis cadenas por el precioso precio del oxígeno que no respiro. Se aceptan tarjetas y besos contra reembolso. Vendo las cadenas que vendería si no fueran tan largas, tan negras, tan frías. Si no fueran mi misma piel.
Mood: arañando una bocanada...
miércoles, 13 de junio de 2007
De cadenas y otras miserias
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