Vendo cadenas. Cadenas de metal pegado a la carne. De tiempo que fluye como viento entre los eslabones, dibujando remolinos para después marcharse. Vendo cadenas oxidadas con la herrumbre de los años viejos que se fueron, que ya son de otros. Vendo cadenas, y vendo su peso que ahoga, que oprime, que ata los pies que correrían y aplasta los pulmones que ansían aire. Vendo mis cadenas por el precioso precio del oxígeno que no respiro. Se aceptan tarjetas y besos contra reembolso. Vendo las cadenas que vendería si no fueran tan largas, tan negras, tan frías. Si no fueran mi misma piel.
Mood: arañando una bocanada...
miércoles, 13 de junio de 2007
De cadenas y otras miserias
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jueves, 7 de junio de 2007
Inventario de apertura
Inventario la noche de un jueves de junio frente al televisor: tengo una guitarra, sobras de pizza fría en un plato, veintiocho años. Al final del pasillo, una habitación en este piso salmantino. Tengo una selecta colección de pelusas bajo la cama. Una toalla mojada y unas zapatillas de cuadros azules. Una carrera oxidada sin terminar y mil libros por leer. Tengo un periódico del domingo pasado, setenta y pico kilos, algunas dioptrías y un puñado de canciones. Tengo sueño, tengo sueños, un teléfono móvil y nueve pares de calcetines. Tengo dudas, algunas fotos, una familia. Tengo miedo. Tengo una pluma con tinta azul y una grapadora sin grapas. Tengo un coche viejo y cuatro pares de deportivas revueltas. Tengo ganas. Tengo mapas. Tengo recuerdos. Tengo amigos. Tengo tiempo. Y, a veces, hasta te tengo a tí.
Bienvenid@.
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