viernes, 27 de noviembre de 2009

Correteando

Érase una vez un hombrecillo que correteando iba por los campos. Arriba hacia las colinas, hacia abajo en los valles, corría y saltaba de roca en roca, sobre los arroyos y las praderas. La gente al verlo venir se reía y no faltaba quien afirmara que estaba loco.

Un buen día, otro hombre que volvía de sus prados tuvo que apartarse del camino con cierto sobresalto al ver al hombrecillo corredor que venía dando brincos vereda abajo. "¡Pero ¿por qué corres, hombre?! -le dijo. -"¡Porque quiero! - respondió aquel. Y, de repente, parando en seco, se volvió y añadió:

-"Porque puedo"

Tras lo cual se quedó un momento en silencio. El aldeano notó cómo la mirada del corredor se volvió por un instante más oscura, más lejana. -"Porque debo" - añadió. "Porque puedo. Porque quiero. Y porque se lo debo a quien no quiere o no puede".

-"Pero, ¿quién es ese que ni puede ni quiere?" -inquirió el aldeano.

La mirada del rápido hombrecillo se volvió y se posó sobre la del paisano. Y, quedándose allí, la sintió infinita y atroz. -"Yo" - dijo la voz que resonaba tras la mirada- "Algún día, yo mismo".

Y, dicho esto, dio un pequeño salto y se alejó camino abajo, siguiendo el camino tras los árboles. Correteando.

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