Fue toda una revolución en mi casa. Bueno, si no en toda la casa, al menos sí que lo fue para mí. Sangrientas peleas tuve con mi hermano para decidir en qué habitación (si la suya o la mía) se instalaba el dichoso aparatito. Y llegó, al fin, aquella caja cuadrada con una pantalla minúscula, de baja resolución y en blanco y negro. Antes fue el vídeo o el reproductor de CD. Pero esto era lo último: teníamos, por fin, un ordenador en casa.
Mi mac (como todo el mundo conocía al ordenador Macintosh) era mi primer ordenador y llegó cuando casi todo el mundo tenía ordenadores enormes con unos discos de cartón que se doblaban casi con mirarlos, cuando todos mis amigos se copiaban juegos de muchos colores sobre las pelis de Rambo o las olimpiadas de ese verano. En cambio, mi mac apenas tenia juegos, y los que tenía no se podían cambiar con los de los PCs de los amiguetes. "Tienes un mac? Pero si no es compatible!" -me decían todos. Vaya castaña de ordenador que nos habían traído!
Pero se podía escribir. Y pintar! El interés por los escasos y simples juegos me duró bien poco; en cambio con los ya legendarios MacWrite y MacPaint me pasaba horas y horas diseñando carteles, maquetando un periódico que sólo yo leía, completando bases de datos sobre inventarios inútiles u hojas de cálculo para las estadísticas del equipo de baloncesto en el que nunca jugué, y creando plantillas para plannings y horarios que nunca seguiría... Un día mi padre me pidió que hiciera un cartelito con el nombre y el piso para ponerlo en el buzón del portal... Y me pasé toda la tarde haciendo experimentos con tipos de letra, con marcos y con sombras, sacando por la impresora decenas de pruebas que nunca estaban justo como yo quería. Podría haber cogido un simple rotulador y haber terminado en medio minuto, pero aquella caja blanca con su pantalla monocroma me había enganchado para siempre: ya no querría hacer nada si no era con mi ordenador. Los que me conocéis sabéis que el ordenador ha cambiado y yo también estoy un poco más crecidito, pero no tanto lo demás...
El Macintosh, el primer ordenador comercial que Apple puso a la venta, supuso toda una revolución. Incorporaba un interfaz gráfico con dibujitos en lugar de las áridas y hostiles líneas de código de MS-DOS, y todo se manejaba con un aparatito de curioso nombre e increíble sencillez: el ratón. Cosas que hoy nos parece que hayan estado ahí toda la vida, pero que nadie había visto antes y que lograron el milagro de que empezase a haber un ordenador en las casas de la gente a pesar de los 2.500 dólares de entonces que costaba la broma. Rondaban mediados los años ochenta, hoy no se concibe el mundo sin internet. Y lo que tiene que venir...
El Macintosh cumple 25 años este 2009. El mío duerme el sueño de los justos en una caja, en algún lugar del trastero de mis padres. Pero sigue ahí y no querré desprenderme de él: es ya un símbolo del importante cambio que aquella maquinita pronosticaba. Hoy tengo un portátil que, pese a ser viejuno y cacharroso, está a años luz de las prestaciones de aquel Apple... pero,en cierto modo, cada vez que uso el ratón o arrastro un icono a la papelera, sé que no estoy haciendo sino lo mismo que hacía aquel niño ochentero con su Macintosh. ¡Felicidades, Mac!
martes, 27 de enero de 2009
¡Felicidades, Mac!
Etiquetas: actualidad, friki, personal
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